El futuro llegó, hace rato
viernes, 30 de octubre de 2009
Si hay algo que no deja de sorprender al mundo día a día, son los avances tecnológicos. Cuando parece que ya está todo inventado, alguien tiene una idea innovadora, que cambia completamente la forma de vida de la gente, y en pocos años nos encontramos en un mundo totalmente distinto. Cuando todos iban a caballo, alguien inventó el auto; hoy en día los equinos ya casi no se utilizan como medio de transporte, y tienen que ganarse la vida como pueden (algunos han llegado a desempeñarse como futbolistas, siendo Chacarita el club que eligen para dicha actividad, vaya uno a saber por qué motivo). Cuando todo el mundo usaba el teléfono fijo, un cráneo inventó el celular; hoy en día la gente tolera vivir sin el primero, más no sin el segundo. El campo de las ilusiones no es ajeno a esta tendencia: se ha perfeccionado tanto que el jueves un país entero creyó ver un gol de Rosales con la camiseta de River, aunque esté más que claro, para cualquiera que entienda un poco del deporte rey, que esto es físicamente imposible.
En medio de toda esta vorágine, pequeños inventores tratan de dejar su marca en el mundo. Es el caso de Lauren McCarthy, que con el objetivo de lograr una sociedad más felíz, desarrolló su Happiness Hat. Básicamente, se trata de un sombrero que detecta si la persona está sonriendo y, en caso de que esto no ocurra, le proporciona un pequeño dolor en la parte posterior de la cabeza, "obligándola", en cierta forma, a que sonría.
Inspirados por éste desarrollo, los encargados del Departamento de Investigación de Infomarto aceptaron el desafío: desarrollar un dispositivo similar, sencillo, pero que ayude a hacer del mundo un lugar mejor. Tras algunos días de brainstorming, arribaron a la idea definitiva, que hoy tenemos el gusto de presentar: el Blackiness Hat.

Estéticamente hablando, se trata de un sombrero muy bello. En realidad, es un casco alemán de la Segunda Guerra Mundial, famoso por su durabilidad y resistencia, que brinda una gran sensación de seguridad al usuario; algo que, por cierto, falta en este país bananero y de cuarta. El casco-sombrero tiene grabado en relieve un bonito motivo abstracto, aunque algunos insistan con que se trata de una cruz esvástica. En la estética del revólver no se puso tanta dedicación, dado que un arma es bella de por sí (?).
Por supuesto que, a tono con las nuevas tendencias, el sombrero es muy personalizable. El sensor cromático puede ajustarse, para adecuarse así al nivel de tolerancia con el que cuenta el dueño. Personas blandas y débiles, erróneamente catalogadas como misericordiosas, preferirán que el sombrero no elimine sino a los negros extremos (?), mientras que los hombres de bien, preocupados por el futuro del mundo, ajustarán el sensor para que el sombrero se ocupe de cualquiera con un dejo de morochez (?) en su piel. Además, el arma es intercambiable, y el orgulloso dueño puede elegir entre la tradicional 9mm, una ametralladora, un rifle de asalto, un fusil o incluso un cohete V2 (?).
Quizás la única crítica que pueda hacerse a tan bello artefacto sea dirigida a la poca prolijidad con la que realiza su trabajo, siendo claramente poco útil si se busca discreción. En relación a ésto, José Goebbel, del Departamento de Marketing, destacó que "el Blackiness Hat busca la espectacularidad, no la discreción o la efectividad. Para estas cosas existe la cámara de gas, pero no me van a negar que es hermoso ver la cocotera de un negro desarmarse en mil pedazos".
Es el deseo de Infomarto que el Blackiness Hat tenga aceptación entre la gente, y que incluso el gobierno comience a utilizarlo en las villas, como reemplazo de los comedores infantiles y de los bolsones de comida. Podrían organizarse Hat Days, en los que la gente de bien acude con el sombrero a los barrios marginales, e invita a los vecinos a probárselo. La solución al problema de la pobreza ya ha sido desarrollada. Es tarea de los gobernantes, ahora, comenzar a implementarla.